21 que pronto un hombre irreprochable salió en su defensa. Con las
armas de su propio ministerio, la oración y el incienso expiatorio,
se
enfrentó a la ira y dio fin a la plaga, mostrando con ello que era en verdad
siervo tuyo.
22 Y venció a la Cólera no con la fuerza de su cuerpo, ni con el poder
de las armas, sino que sometió con su palabra al que traía el
castigo
recordándole los juramentos hechos a los Padres y las alianzas.
23 Cuando ya los muertos, unos sobre otros, yacían hacinados, frenó,
interponiéndose, el avance de la Cólera y le cerró el camino hacia los que
todavía vivían.
24 Llevaba en su vestido talar el mundo entero, grabados en cuatro
hileras de piedras los nombres gloriosos de los Padres y tu majestad en la
diadema de su cabeza.