8 Y, en efecto, con el castigo mismo de nuestros adversarios, nos
colmaste de gloria llamándonos a ti.
9 Los santos hijos de los buenos ofrecieron sacrificios en secreto y
establecieron unánimes esta ley divina: que los santos correrían en común
las mismas aventuras y riesgos; y, previamente, cantaron ya los himnos de
los Padres.
10 A estos cánticos respondía el discordante clamor de sus enemigos,
se disfundían los lamentos de los que lloraban a sus hijos.
11 Un mismo castigo alcanzaba al esclavo y al señor; el hombre del
pueblo sufría la misma pena que el rey.