20 El fuego aumentaba en el agua su fuerza natural y el agua olvidaba
su poder de apagar.
21 Por el contrario, las llamas no consumían las carnes de los
endebles animales que sobre ellas caminaban, ni fundían aquel alimento
divino, parecido a la escarcha, tan fácil de derretirse.
22 En verdad, Señor, que en todo engrandeciste a tu pueblo y le
glorificaste, y no te descuidaste en asistirle en todo tiempo y en todo lugar.