2 presente, la imitan, ausente, la añoran; en la eternidad, ceñida de
una corona, celebra su triunfo porque venció en la lucha por premios
incorruptibles.
3 En cambio, la numerosa prole de los impíos será inútil; viniendo de
renuevos bastardos, no echará raíces profundas ni se asentará
sobre
fundamento sólido.
4 Aunque despliegue por su tiempo su ramaje, precariamente
arraigada, será sacudida por el viento, arrancada de raíz por la
furia del
vendaval;
5 se quebrarán sus ramas todavía tiernas, inútiles serán sus frutos, sin
sazón para comerlos, para nada servirán.
6 Que los hijos nacidos de sueños culpables son testigos, en su
examen, de la maldad de los padres.
7 El justo, aunque muera prematuramente, halla el descanso.
8 La ancianidad venerable no es la de los muchos días ni se mide por
el número de años;
9 la verdadera canicie para el hombre es la prudencia, y la edad
provecta, una vida inmaculada.
10 Agradó a Dios y fue amado, y como vivía entre pecadores, fue
trasladado.
11 Fue arrebatado para que la maldad no pervitiera su inteligencia o
el engaño sedujera su alma;
12 pues la fascinación del mal empaña el bien y los vaivenes de la
concupiscencia corrompen el espíritu ingenuo.
13 Alcanzando en breve la perfección, llenó largos años.
14 Su alma era del agrado del Señor, por eso se apresuró a sacarle de
entre la maldad. Lo ven las gentes y no comprenden, ni caen en cuenta
15 que la gracia y la misericordia son para sus elegidos y su
visita
para sus santos.
16 El justo muerto condena a los impíos vivos, y la juventud pronto
consumada, la larga ancianidad del inicuo.