5 Que soy un siervo tuyo, hijo de tu sierva, un hombre débil y de vida
efímera, poco apto para entender la justicia y las leyes.
6 Pues, aunque uno sea perfecto entre los hijos de los hombres, si le
falta la Sabiduría que de ti procede, en nada será tenido.
7 Tú me elegiste como rey de tu pueblo, como juez de tus hijos y tus
hijas;
8 tú me ordenaste edificar un santuario en tu monte santo y un altar
en la ciudad donde habitas, imitación de la Tienda santa que habías
preparado desde el principio.
9 Contigo está la Sabiduría que conoce tus obras, que estaba presente
cuando hacías el mundo, que sabe lo que es agradable a tus ojos, y lo que es
conforme a tus mandamientos.
10 Envíala de los cielos santos, mándala de tu trono de gloria para
que a mi lado participe en mis trabajos y sepa yo lo que te es agradable,
11 pues ella todo lo sabe y entiende. Ella me guiará prudentemente en
mis empresas y me protegerá con su gloria.
12 Entonces mis obras serán aceptables, juzgaré a tu pueblo con
justicia y seré digno del trono de mi padre.
13 ¿Qué hombre, en efecto, podrá conocer la voluntad de Dios?