...la Biblia de Jerusalén
Salmo 102, 1-26
1 (2) Yahveh, escucha mi oración, llegue hasta ti mi grito;
2 (3) no ocultes lejos de mí tu rostro el día de mi angustia;
tiende
hacia mí tu oído, ¡el día en que te invoco, presto, respóndeme!
3 (4) Pues mis días en humo se disipan, mis huesos arden lo mismo
que un brasero;
4 (5) trillado como el heno, mi corazón se seca, y me olvido de comer
mi pan;
5 (6) ante la voz de mis sollozos, mi piel a mis huesos se ha pegado.
6 (7) Me parezco al búho del yermo, igual que la lechuza de las
ruinas;
7 (8) insomne estoy y gimo cual solitario pájaro en tejado;
8 (9) me insultan todo el día mis enemigos, los que me alababan
maldicen por mi nombre.
9 (10) El pan que como es la ceniza, mi bebida mezclo con mis
lágrimas,
10 (11) ante tu cólera y tu enojo, pues tú me alzaste y después me has
tirado:
11 (12) mis días son como la sombra que declina, y yo me seco como
el heno.
12 (13) Mas tú, Yahveh, permaneces para siempre, y tu memoria de
edad en edad.
13 (14) Tú te alzarás, compadecido de Sión, pues es ya tiempo de
apiadarte de ella, ha llegado la hora;
14 (15) que están tus siervos encariñados de sus piedras y se
compadecen de sus ruinas.
15 (16) Y temerán las naciones el nombre de Yahveh, y todos los
reyes de la tierra tu gloria;
16 (17) cuando Yahveh reconstruya a Sión, y aparezca en su gloria,
17 (18) volverá su rostro a la oración del despojado, su oración no
despreciará.
18 (19) Se escribirá esto para la edad futura, y en pueblo renovado
alabará a Yahveh:
19 (20) que se ha inclinado Yahveh desde su altura santa, desde los
cielos ha mirado a la tierra,
20 (21) para oír el suspiro del cautivo, para librar a los hijos
de la
muerte.
21 (22) Para pregonar en Sión el nombre de Yahveh, y su alabanza en
Jerusalén,
22 (23) cuando a una se congreguen los pueblos, y los reinos para
servir a Yahveh.
23 (24) El ha enervado mi fuerza en el camino, ha abreviado mis días.
24 (25) Digo: ¡Dios mío, en la mitad de mis días no me lleves! ¡De
edad en edad duran tus años!
25 (26) Desde antiguo, fundaste tú la tierra, y los cielos son la obra de
tus manos;
26 (27) ellos perecen, mas tú quedas, todos ellos como la ropa se
desgastan, como un vestido los mudas tú, y se mudan.