...la Biblia de Jerusalén
Salmo 22, 1-17
1 (2) Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado? ¡lejos de mi
salvación la voz de mis rugidos!
2 (3) Dios mío, de día clamo, y no respondes, también de noche, no
hay silencio para mí.
3 (4) ¡Mas tú eres el Santo, que moras en las laudes de Israel!
4 (5) En ti esperaron nuestros padres, esperaron y tú los liberaste;
5 (6) a ti clamaron, y salieron salvos, en ti esperaron, y nunca
quedaron confundidos.
6 (7) Y yo, gusano, que no hombre, vergüenza del vulgo, asco del
pueblo,
7 (8) todos los que me ven de mí se mofan, tuercen los labios,
menean la cabeza:
8 (9) «Se confió a Yahveh, ¡pues que él le libre, que le salve, puesto
que le ama!»
9 (10) Sí, tú del vientre me sacaste, me diste confianza a los pechos
de mi madre;
10 (11) a ti fui entregado cuando salí del seno, desde el vientre de mi
madre eres tú mi Dios.
11 (12) ¡No andes lejos de mí, que la angustia está cerca, no hay para
mí socorro!
12 (13) Novillos innumerables me rodean, acósanme los toros de
Basán;
13 (14) ávidos abren contra mí sus fauces; leones que desgarran y
rugen.
14 (15) Como el agua me derramo, todos mis huesos se dislocan, mi
corazón se vuelve como cera, se me derrite entre mis entrañas.
15 (16) Está seco mi paladar como una teja y mi lengua pegada a mi
garganta; tú me sumes en el polvo de la muerte.
16 (17) Perros innumerables me rodean, una banda de malvados me
acorrala como para prender mis manos y mis pies.
17 (18) Puedo contar todos mis huesos; ellos me observan y me miran,