2 han entregado el cadáver de tus siervos por comida a los pájaros del
cielo, la carne de tus amigos a las bestias de la tierra.
3 Han derramado como agua su sangre en torno a Jerusalén, ¡y nadie
sepultaba!
4 Nos hemos hecho la irrisión de los vecinos, burla y escarnio de
nuestros circundantes.
5 ¿Hasta cuándo, Yahveh, tu cólera? ¿hasta el fin? ¿han de quemar tus
celos como fuego?
6 Derrama tu furor sobre las gentes, que no te reconocen, y sobre los
reinos que tu nombre no invocan.
7 Porque han devorado a Jacob y han devastado su dominio.
8 No recuerdes contra nosotros culpas de antepasados, vengan presto a
nuestro encuentro tus ternuras, pues estamos abatidos del todo;
9 ayúdanos, Dios de nuestra salvación, por amor de la gloria de tu
nombre; líbranos, borra nuestros pecados, por causa de tu nombre.
10 ¿Por qué han de decir las gentes: «¿Dónde está su Dios?» ¡Que
entre las gentes se conozca, a nuestros propios ojos, la venganza de
la
sangre de tus siervos derramada!
11 ¡Llegue hasta ti el suspiro del cautivo, con la grandeza de tu brazo
preserva a los hijos de la muerte!
12 ¡Devuelve siete veces a nuestros vecinos, en su entraña, su afrenta,
la afrenta que te han hecho, Señor!
13 Y nosotros, tu pueblo, rebaño de tu pasto, eternamente te daremos
gracias, de edad en edad repetiremos tu alabanza.