2 pues todos caemos muchas veces. Si alguno no cae hablando, es un
hombre perfecto, capaz de poner freno a todo su cuerpo.
3 Si ponemos a los caballos frenos en la boca para que nos obedezcan,
dirigimos así todo su cuerpo.
4 Mirad también las naves: aunque sean grandes y vientos impetuosos
las empujen, son dirigidas por un pequeño timón adonde la voluntad
del
piloto quiere.