11 Corrió hacia él Tobías, llevando en la mano la hiel del pez; le
sopló en los ojos y abrazándole estrechamente le dijo: «¡Ten
confianza,
padre!» Y le aplicó el remedio y esperó;
12 y luego, con ambas manos le quitó las escamas de la comisura de
los ojos.
13 Entonces él se arrojó a su cuello, lloró y le dijo: «¡Ahora te veo,
hijo, luz de mis ojos!»
14 Y añadió: ¡Bendito sea Dios! ¡Bendito su gran Nombre! ¡Bendito
todos sus santos ángeles! ¡Bendito su gran Nombre por todos los siglos!
15 Porque me había azotado, pero me tiene piedad y ahora veo a mi
hijo Tobías. Tobías entró en casa lleno de gozo y bendiciendo a Dios con
toda su voz; luego contó a su padre el éxito de su viaje, cómo traía el dinero
y cómo se había casado con Sarra, la hija de Ragüel, y que venía ella con él
y estaba ya a las puertas de Nínive.
16 Tobit salió al encuentro de su nuera hasta las puertas de Nínive,
bendiciendo a Dios, lleno de gozo. Cuando los de Nínive le vieron caminar,
avanzando con su antigua firmeza, sin necesidad de lazarillo,
se
maravillaron. Tobit proclamó delante de ellos que Dios se
había
compadecido de él y le había abierto los ojos.
17 Se acercó Tobit a Sarra, la mujer de su hijo, y la bendijo diciendo:
«¡Bienvenida seas, hija! Y bendito sea tu Dios, hija, que te ha traído hasta
nosotros. Bendito sea tu padre, y bendito Tobías, mi hijo, y bendita
tú
misma, hija. Bienvenida seas, entra en tu casa con gozo y bendición.»
18 Todos los judíos de Nínive celebraron fiesta aquel día.