4 Prosiguieron, pues, los dos juntos; el ángel le dijo: «Toma contigo
la hiel.» El perro seguía detrás de ellos.
5 Estaba Ana sentada, con la mirada fija en el camino de su hijo.
6 Tuvo la corazonada de que él venía y dijo al padre: «Mira, ya viene
tu hijo y el hombre que le acompañaba.»
7 Rafael iba diciendo a Tobías, mientras se acercaban al padre:
«Tengo por seguro que se abrirán los ojos de tu padre.
8 Untale los ojos con la hiel del pez, y el remedio hará que las
manchas blancas se contraigan y se le caerán como escamos de los ojos. Y
así tu padre podrá mirar y ver la luz.»
9 Corrió Ana y se echó al cuello de su hijo, diciendo: «¡Ya te he
visto, hijo! ¡Ya puedo morir!» Y rompió a llorar.
10 Tobit se levantó y trompicando salió a la puerta del patio.