6 Entonces Rafael llevó aparte a los dos y les dijo: «Bendecid a Dios
y proclamad ante todos los vivientes los bienes que os ha concedido, para
bendecir y cantar su Nombre. Manifestad a todos los hombres las acciones
de Dios, dignas de honra, y no seáis remisos en confesarle.
7 Bueno es mantener oculto el secreto del rey y también es bueno
proclamar y publicar las obras gloriosas de Dios. Practicad el bien
y no
tropezaréis con el mal.
8 «Buena es la oración con ayuno; y mejor es la limosna con justicia
que la riqueza con iniquidad. Mejor es hacer limosna que atesorar oro.
9 La limosna libra de la muerte y purifica de todo pecado. Los
limosneros tendrán larga vida.
10 Los pecadores e inicuos son enemigos de su propia vida.
11 «Os voy a decir toda la verdad, sin ocultaros nada. Ya os he
manifestado que es bueno mantener oculto el secreto del rey y que también
es bueno publicar las obras gloriosas de Dios.
12 Cuando tú y Sarra hacíais oración, era yo el que presentaba y leía
ante la Gloria del Señor el memorial de vuestras peticiones. Y lo
mismo
hacía cuando enterrabas a los muertos.
13 Cuando te levantabas de la mesa sin tardanza, dejando la comida,
para esconder un cadáver, era yo enviado para someterte a prueba.
14 También ahora me ha enviado Dios para curarte a ti y a tú nuera
Sarra.
15 Yo soy Rafael, uno de los siete ángeles que están siempre
presentes y tienen entrada a la Gloria del Señor».
16 Se turbaron ambos y cayeron sobre sus rostros, llenos de terror.
17 El les dijo: «No temáis. La paz sea con vosotros. Bendecid a Dios
por siempre.
18 Si he estado con vosotros no ha sido por pura benevolencia mía
hacia vosotros, sino por voluntad de Dios. A él debéis bendecir
todos los
días, a él debéis cantar.
19 Os ha parecido que yo comía, pero sólo era apariencia.
20 Y ahora bendecid al Señor sobre la tierra y confesad a Dios.
Mirad, yo subo al que me ha enviado. Poned por escrito todo cuanto os ha
sucedido.» Y se elevó.
21 Ellos se levantaron pero ya no le vieron más. Alabaron a Dios y
entonaron himnos, dándole gracias por aquella gran maravilla de habérseles
aparecido un ángel de Dios.