1 Y dijo: ¡Bendito sea Dios, que vive eternamente, y bendito sea su
reinado!
2 Porque él es quien castiga y tiene compasión; el que hace descender
hasta el más profundo Hades de la tierra y el que hace subir de
la gran
Perdición, sin que haya nada que escape de su mano.
3 Confesadle, hijos de Israel, ante todas las gentes, porque él os
dispersó entre ellas
4 y aquí os ha mostrado su grandeza. Exaltadle ante todos los
vivientes, porque él es nuestro Dios y Señor, nuestro Padre por
todos los
siglos.
5 Os ha castigado por vuestras injusticias, mas tiene compasión de
todos vosotros y os juntará de nuevo de entre todas las gentes en que os ha
dispersado.
6 Si os volvéis a él de todo corazón y con toda el alma, para obrar en
verdad en su presencia, se volverá a vosotros sin esconder su faz. Mirad lo
que ha hecho con vosotros y confesadle en alta voz. Bendecid al Señor de
justicia y exaltad al Rey de los siglos. Yo le confieso en el país del destiero,
y publico su fuerza y su grandeza a gentes pecadoras. ¡Volved, pecadores!
Practicad la justica en su presencia. ¡Quién sabe si os amará y os
tendrá
misericordia!
7 Yo exalto a mi Dios y mi alma se alegra en el Rey del Cielo. Su
grandeza
8 sea de todos celebrada y confiésenle todos en Jerusalén.
9 ¡Jerusalén, ciudad santa! Dios te castigó por las obras de tus hijos,
mas tendrá otra vez piedad de los hijos de los justos.
10 Confiesa al Señor cumplidamente y alaba al Rey de los siglos para
que de nuevo levante en ti, con regocijo, su Tienda, y llene en ti de gozo a
todos los cautivos y muestre en ti su amor a todo miserable por todos los
siglos de los siglos.
11 Brillará luz de lámparas por todos los confines de la tierra.
Vendrán a ti de lejos pueblos numerosos, y los habitantes del confín
del
mundo, al Nombre del Señor, tu Dios, llevando en sus manos los obsequios
para el Rey del Cielo. Todas las generaciones darán en ti señales de alegría,
y el Nombre del Elegido durará por siempre.