9 ¡Jerusalén, ciudad santa! Dios te castigó por las obras de tus hijos,
mas tendrá otra vez piedad de los hijos de los justos.
10 Confiesa al Señor cumplidamente y alaba al Rey de los siglos para
que de nuevo levante en ti, con regocijo, su Tienda, y llene en ti de gozo a
todos los cautivos y muestre en ti su amor a todo miserable por todos los
siglos de los siglos.
11 Brillará luz de lámparas por todos los confines de la tierra.
Vendrán a ti de lejos pueblos numerosos, y los habitantes del confín
del
mundo, al Nombre del Señor, tu Dios, llevando en sus manos los obsequios
para el Rey del Cielo. Todas las generaciones darán en ti señales de alegría,
y el Nombre del Elegido durará por siempre.
12 ¡Malditos cuantos digan palabras crueles! ¡Malditos sean cuantos
te destruyan! ¡Cuantos derriben tus muros echen tus torres por tierra
y
pasen a fuego tus moradas! ¡Mas sean benditos por siempre los que te
construyan!
13 Entonces exultarás, te alegrarás por los hijos de los justos, pues
serán reunidos todos y bendecirán al Señor de los siglos.
14 ¡Dichosos los que te amen! ¡Dichosos los que se alegren en tu paz!
¡Dichosos cuantos hombres tuvieron tristeza en todos tus castigos, pues se
alegrarán en ti y verán por siempre toda tu alegría!
15 Bendice, alma mía, al Señor y gran Rey,
16 que Jerusalén va a ser reconstruida y en la ciudad su Casa para
siempre. Seré feliz si alguno quedare de mi raza para ver tu Gloria
y
confesar al Rey del Cielo. Las puertas de Jerusalén serán rehechas
con
zafiros y esmeraldas, y de piedras preciosas sus murallas. Las torres
de
Jerusalén serán alzadas con oro, y con oro puro sus defensas.