11 En aquellas circunstancias, mi mujer Ana, tuvo que trabajar a
sueldo en labores femeninas; hilaba lana y hacía tejidos
12 que entregaba a sus señores, cobrando un sueldo; el siete del mes
de Dystros acabó un tejido y se lo entregó a los dueños, que le dieron todo
su jornal y le añadieron un cabrito para una comida.
13 Cuando entró ella en casa, el cabrito empezó a balar; yo, entonces,
llamé a mi mujer y le dije: «¿De dónde ha salido ese cabrito? ¿Es que ha
sido robado? Devuélvelo a sus dueños, porque no podemos comer cosa
robada.»