1 Anegada entonces mi alma de tristeza, suspirando y llorando,
comenzé a orar con gemidos:
2 Tú eres justo, Señor, y justas son todas tus obras. Misericordia y
verdad son todos tus caminos. Tú eres el Juez del Universo.
3 Y ahora, Señor, acuérdate de mí y mírame. No me condenes por mis
pecados, mis inadvertencias y las de mis padres. Hemos pecado en tu
presencia,
4 no hemos escuchado tus mandatos y nos has entregado al saqueo, a
la burla, al comentario y al oprobio de todas las gentes entre las que nos has
dispersado.