7 Sucedió aquel mismo día, que también Sarra, hija de Ragüel, el de
Ecbátana de Media, fue injuriada por una de las esclavas de su padre,
8 porque había sido dada en matrimonio a siete hombres, pero el
malvado demonio Asmodeo los había matado antes de que se unieran a ella
como casados. La esclava le decía: «¡Eres tú la que matas a tus maridos! Ya
has tenido siete, pero ni de uno siquiera has disfrutado.
9 ¿Nos castigas porque se te mueren los maridos? ¡Vete con ellos y
que nunca veamos hijo ni hija tuyos!»
10 Entonces Sarra, con el alma llena de tristeza, se echó a llorar
y
subió al aposento de su padre con intención de ahorcarse.
Pero,
reflexionando, pensó: «Acaso esto sirva para que injurien a mi padre y le
digan: "Tenías una hija única, amada y se ha ahorcado porque se
sentía
desgraciada." No puedo consentir que mi padre, en su ancianidad, baje con
tristeza a la mansión de los muertos. Es mejor que, en vez de ahorcarme,
suplique al Señor que me envíe la muerte para no tener que oír
injurias
durante mi vida.»
11 Y en aquel momento, extendiendo las manos hacia la ventana, oró
así: Bendito seas tú, Dios de misericordias, y bendito sea tu Nombre por los
siglos, y que todas tus obras te bendigan por siempre.
12 Vuelvo ahora mi rostro y alzo mi ojos hacia ti.
13 Manda que yo sea librada de la tierra, para no escuchar ultrajes.
14 Tú sabes, Señor, que yo estoy pura de todo contacto de varón;
15 que no he mancillado mi nombre ni el nombre de mi padre en la
tierra de mi cautividad. Soy la única hija de mi padre; no tiene otros hijos
que le hereden, no tiene junto a sí ningún hermano ni pariente a quien me
deba por mujer. Ya perdí siete maridos: ¿para qué quiero la vida? Si no te
place, Señor, darme la muerte, ¡mírame con compasión! y no tenga yo que
escuchar injurias.
16 Fue oída en aquel instante, en la Gloria de Dios, la plegaria de
ambos
17 y fue enviado Rafael a curar a los dos: a Tobit, para que se
le
quitaran las manchas blancas de los ojos y pudiera con sus mismos ojos ver
la luz de Dios; y a Sarra la de Ragüel, para entregarla por mujer a Tobías,
hijo de Tobit, y librarla de Asmodeo, el demonio malvado; porque Tobías
tenía más derechos sobre ella que todos cuantos la pretendían. En
aquel
mismo momento se volvía Tobit del patio a la casa, y Sarra, la de Ragüel,
descendía del aposento.