9 Cuanto a la hiel, untando con ella los ojos de un hombre atacado
por manchas blancas, y soplando sobre las manchas, queda curado.»
10 Cuando entraron en Media, y estando ya cerca de Ecbátana,
11 dijo Rafael al joven: «Hermano Tobías.» Le respondió: «¿Qué
deseas?» Contestó él: «Pararemos esta noche en casa de Ragüel; es pariente
tuyo y tiene una hija que se llama Sarra;
12 fuera de ella no tiene más hijos ni hijas; tú eres el más cercano,
tienes más derechos sobre ella que todos los demás y es justo que heredes la
hacienda de su padre; la muchacha es prudente, valerosa y muy bella y su
padre la ama.»
13 Y añadió: «Es justo que la tomes para ti. Escúchame, hermano. Yo
hablaré esta noche al padre acerca de la muchacha para que te la conceda
como prometida, y a nuestro regreso de Ragués celebraremos la boda. Estoy
seguro de que Ragüel no puede negártela, ni dársela a otro, pues se haría
reo de muerte, según la sentencia del libro de Moisés, pues él sabe que te
asiste el derecho a tomar a su hija por mujer. Así pues, óyeme
bien,
hermano; hablaremos esta noche sobre la muchacha y que la den como
prometida; y cuando volvamos de Ragués, la tomaremos y la llevaremos
con nosotros a tu casa.»
14 Tobías respondió a Rafael: «Hermano Azarías, he oído decir que
ya ha sido dada a siete maridos y que todos han muerto la noche de bodas;
que cuando entraban donde ella, morían; también he oído decir que un
demonio los mataba;
15 así que tengo miedo, pues a ella no le hace ningún daño, porque la
ama; pero al que intenta acercarse a ella, le mata; yo soy hijo único, y si
muero, haré bajar en tristeza al sepulcro, por mi causa, la vida de mi padre y
de mi madre. Ellos no tienen otro hijo que les dé sepultura.»
16 Respondió el ángel: «¿Has olvidado las recomendaciones de tu
padre, que te mandó tomar mujer de la casa de tu padre? Escúchame bien,
hermano: no tengas miedo a ese demonio y tómala; sé bien que esta noche
te la darán por mujer.
17 Cuando entres en la cámara nupcial, tomas el corazón del pez y
parte del hígado y lo pones sobre las brasas de los perfumes. Se difundirá el
aroma y cuando el demonio lo huela, huirá y nunca aparecerá ya a su lado.