3 Sube a una tierra que mana leche y miel; que yo no subiré contigo,
pues eres un pueblo de dura cerviz; no sea que te destruya en el camino.»
4 Al oír el pueblo estas duras palabras, hizo duelo y nadie se vistió sus
galas.
5 Dijo entonces Yahveh a Moisés: «Di a los israelitas: Vosotros sois
un pueblo de dura cerviz. Si yo saliera contigo, aunque fuera un
solo
momento, te destruiría. Ahora, pues, quítate tus galas, para que yo sepa qué
he de hacer contigo.»
6 Y los israelitas se despojaron de sus galas a partir del monte Horeb.
7 Tomó Moisés la Tienda y la plantó para él a cierta distancia fuera
del campamento; la llamó Tienda del Encuentro. De modo que todo el que
tenía que consultar a Yahveh salía hacia la Tienda del Encuentro, que
estaba fuera del campamento.
8 Cuando salía Moisés hacia la Tienda, todo el pueblo se levantaba y
se quedaba de pie a la puerta de su tienda, siguiendo con la vista a Moisés
hasta que entraba en la Tienda.
9 Y una vez entrado Moisés en la tienda, bajaba la columna de nube y
se detenía a la puerta de la Tienda, mientras Yahveh hablaba con Moisés.
10 Todo el pueblo veía la columna de nube detenida a la puerta de la
Tienda y se levantaba el pueblo, y cada cual se postraba junto a la puerta de
su tienda.
11 Yahveh hablaba con Moisés cara a cara, como habla un hombre
con su amigo. Luego volvía Moisés al campamento, pero su ayudante, el
joven Josué, hijo de Nun, no se apartaba del interior de la Tienda.
12 Dijo Moisés a Yahveh: «Mira, tú me dices: Haz subir a este
pueblo; pero no me has indicado a quién enviarás conmigo; a pesar de que
me has dicho: “Te conozco por tu nombre”, y también: “Has hallado gracia
a mis ojos.”
13 Ahora, pues, si realmente he hallado gracia a tus ojos, hazme saber
tu camino, para que yo te conozca y halle gracia a tus ojos, y mira que esta
gente es tu pueblo.»