13 Sin embargo el corazón de Faraón se endureció, y no les escuchó,
conforme había predicho Yahveh.
14 Entonces dijo Yahveh a Moisés: «El corazón de Faraón es
obstinado; se niega a dejar salir al pueblo.
15 Preséntate a Faraón por la mañana, cuando vaya a la ribera. Le
saldrás al encuentro a la orilla del Río, llevando en tu mano el cayado que
se convirtió en serpiente.
16 Y le dirás: Yahveh, el Dios de los hebreos, me ha enviado a ti para
decirte: “Deja partir a mi pueblo, para que me den culto en el
desierto”;
pero hasta el presente no has escuchado.
17 Así dice Yahveh: En esto conocerás que yo soy Yahveh: Mira que
voy a golpear con el cayado que tengo en la mano las aguas del Río, y se
convertirán en sangre.
18 Los peces del Río morirán, y el Río quedará apestado de modo que
los egipcios no podrán ya beber agua del Río.»
19 Yahveh dijo a Moisés: «Di a Aarón: Toma tu cayado, y extiende tu
mano sobre las aguas de Egipto, sobre sus canales, sobre sus ríos, sobre sus
lagunas y sobre todos sus depósitos de agua. Se convertirán en
sangre; y
habrá sangre en toda la tierra de Egipto, hasta en los árboles y la piedras.»
20 Moisés y Aarón hicieron lo que Yahveh les había mandado: alzó el
cayado y golpeó las aguas que hay en el Rió en presencia de Faraón y de
sus servidores, y todas las aguas del Rió se convirtieron en sangre.
21 Los peces del Río murieron, el Río quedó apestado de modo que
los egipcios nos pudieron beber el agua del Río; hubo sangre en
todo el
país de Egipto.
22 Pero lo mismo hicieron con sus encantamientos los magos de
Egipto; y el corazón de Faraón se endureció y no les escuchó, como había
dicho Yahveh.
23 Se volvió Faraón y entró en su casa sin hacer caso de ello.